En el ámbito político mexicano, el uso de narrativas y la construcción de un relato de oposición han sido herramientas recurrentes por parte del gobierno para mantener el control del discurso público. La actual administración observa cómo el discurso puede ser una herramienta poderosa para moldear la percepción pública y afianzar sus objetivos políticos.

Estrategia de la narrativa

El gobierno ha empleado una estrategia discursiva que busca posicionar la imagen de un poder en constante lucha contra adversarios, quienes supuestamente intentan frenar el avance del país. En este contexto, se ha generado y promocionado la idea de una oposición que sirve como antagonista en este relato.

Como parte de esta narrativa, se han señalado a grupos específicos como los principales opositores, atribuyéndoles intenciones de largo aliento que presuntamente van en detrimento del bienestar de la población. Este enfoque ha permitido al gobierno legitimar ciertas acciones y decisiones bajo el pretexto de combatir estas fuerzas opositoras.

Una técnica empleada es la del “casting”, una expresión que hace referencia a cómo se atribuyen roles en este relato político. Aquí, se retrata a algunos individuos y grupos como villanos y responsables de problemas históricos del país. Esto facilita una identificación clara y emocional con la narrativa propuesta.

Esta construcción también se refleja en estadísticas y datos manejados por el gobierno, los cuales son presentados de manera estratégica para reforzar la narrativa. Aunque algunos de estos datos pueden ser cuestionables o carecer de contexto completo, son utilizados para subrayar el mensaje central.

En palabras de un funcionario del gobierno, “la población debe conocer quién está realmente trabajando por su bienestar y quiénes son los que intentan detener este progreso”.

• Incremento en la popularidad del gobierno
• Percepción pública de crisis continuas
• Datos selectivos para reforzar argumentos

Desde un punto de vista analítico, la táctica del relato político puede tener impactos significativos en la forma en que se perciben las acciones gubernamentales y en la interacción con los sectores opositores. Así, la narrativa no solo cumple una función comunicativa, sino que también actúa como una herramienta de persuasión y control.