En Nigeria, una alarmante tendencia ha captado la atención de la opinión pública: líderes religiosos que aprovechan la vulnerabilidad de personas con discapacidades. Este fenómeno ha dejado a muchos preocupados por la explotación que estas personas sufren en busca de alivio y milagros.
La explotación de la desesperación
En ciudades como Lagos y Abuja, numerosos líderes religiosos han comenzado a ofrecer “milagros” y curaciones divinas a personas con discapacidades. Estas promesas atraen a aquellos que, desesperados por mejorar su calidad de vida, se aferran a la esperanza de una intervención divina.
El periodista Adeolu Boluwatife investigó este fenómeno y descubrió que muchas de estas personas gastan gran parte de sus recursos financieros en donaciones a estos líderes religiosos. Boluwatife describe cómo los sermones emotivos y las promesas de curación abren un camino para la explotación.
“Vi a una mujer vender su única propiedad para donar el dinero a la iglesia, con la esperanza de que su hijo con parálisis pudiera caminar de nuevo”, narró Boluwatife en su informe.
Los datos estadísticos señalan una tendencia preocupante:
- Un 60% de las personas con discapacidades en las zonas urbanas de Nigeria han visitado a un líder religioso en los últimos seis meses.
- De esas personas, un 70% reportó haber hecho donaciones considerables, esperando una curación.
- Solamente un 2% afirmó haber recibido algún beneficio tangible de estos líderes religiosos.
Las organizaciones de derechos humanos han señalado que esta explotación de las personas con discapacidades en Nigeria es otro ejemplo de cómo la desesperación puede ser manipulada. Muchas de estas personas carecen de acceso a atención médica adecuada y ven en los líderes religiosos su última esperanza.
Activistas han hecho un llamado a las autoridades para que investiguen y regulen las prácticas de estos líderes religiosos. La falta de una regulación adecuada permite que continúen operando impunemente, mientras las personas vulnerables siguen siendo explotadas.
Este tema no solo se centra en las dificultades económicas, sino también en el impacto psicológico que estas decepciones pueden tener en personas ya marginadas por la sociedad. En última instancia, la solución requiere una intervención integral que aborde tanto el acceso a la atención médica como la protección contra la explotación.