Hace 150 años, las prácticas para juzgar la locura en México eran muy diferentes a las actuales. En el siglo XIX, los mexicanos vivían en un país en proceso de consolidación, y el tratamiento de los trastornos mentales era un reflejo de la época. Documentos históricos revelan cómo se abordaban estos casos y las diferencias con el enfoque moderno en salud mental.
Procedimientos y criterios de evaluación
En aquellos tiempos, los procedimientos para evaluar la locura eran rudimentarios y se basaban más en observaciones subjetivas que en criterios clínicos. Los juicios eran llevados a cabo por tribunales civiles, que consultaban a médicos para determinar si una persona estaba loca. Estas consultas no siempre garantizaban una evaluación precisa, ya que los conocimientos médicos sobre enfermedad mental eran limitados.
En muchas ocasiones, las personas acusadas de locura eran enviadas a manicomios con condiciones sumamente precarias y sin recibir el tratamiento adecuado. Las instalaciones estaban escasamente equipadas y el cuidado de los pacientes dejaba mucho que desear.
Las causas más comunes que se atribuían a la locura eran varias:
- Desbalances humorales
- Influencias espirituales o demoníacas
- Traumas emocionales
- Consumo de sustancias tóxicas
Aspectos sociales y estigmatización
Además de los procedimientos clínicos y judiciales, la sociedad del siglo XIX en México tenía una percepción estigmatizante hacia las personas consideradas locas. Ser diagnosticado con una enfermedad mental no solo implicaba un juicio médico, sino también un juicio social. La falta de comprensión y la superstición jugaban un papel importante en cómo se trataba a estos individuos.
“Se creía que la locura era un castigo divino o una posesión demoníaca,”
revelan los documentos históricos.
Estos puntos de vista contribuían a la marginación y el aislamiento de las personas con trastornos mentales, quienes rara vez recibían el apoyo necesario para su recuperación.
Impulsos hacia la modernización