En el panorama nacional, los enfrentamientos entre grupos del crimen organizado y las fuerzas armadas han escalado en varias regiones de México. Recientemente, el Ejército ha sido objeto de ataques con explosivos y ha sostenido combates intensos en distintas áreas, poniendo a prueba su capacidad de respuesta.

Ataques coordinados y sofisticados

Las autoridades han reportado que los ataques se han vuelto cada vez más sofisticados y coordinados. Según fuentes de seguridad, los grupos delictivos han empezado a usar artefactos explosivos improvisados para emboscar a las fuerzas del orden en lo que parece ser una nueva táctica para ampliar su control territorial.

Un funcionario del Ejército, bajo condición de anonimato, explicó:

“Estamos enfrentando un enemigo que ha adaptado sus tácticas, lo que supone un reto constante para nosotros”.

Los últimos incidentes se han registrado principalmente en los estados de Michoacán, Guerrero y Zacatecas, regiones críticas debido a la presencia de diversas organizaciones criminales en pugna por el dominio del territorio.

Entre las tácticas recurrentes, el uso de “narcotúneles” y el despliegue de drones equipados con explosivos son dos de las tendencias preocupantes que han sido observadas en meses recientes.

A continuación, algunos datos relevantes sobre la situación reciente:

• Incremento del 30% en el uso de explosivos en ataques durante el último año.
• Reportes de hasta cinco emboscadas semanales a fuerzas del orden.
• Observación de un aumento del 15% en combates directos en zonas rurales.

La creciente violencia ha provocado una respuesta más enérgica por parte del Gobierno, que ha incrementado los despliegues de fuerzas militares en las áreas más afectadas. No obstante, los expertos advierten que este enfoque puede no ser suficiente si no se aborda paralelamente la raíz socioeconómica de los problemas que alimentan el conflicto.

Ante esta situación, el Ejército ha solicitado mayores recursos y tecnología para enfrentar las amenazas de manera más efectiva y proteger a las comunidades afectadas por la violencia. Sin embargo, el desafío persiste, ya que la naturaleza adaptable de